El Castillo Palacio Magalia de Las Navas del Marqués tiene un origen que muchos desconocen. Alrededor del año 1522 se produjeron en tierras castellano-leonesas una serie de levantamientos que enfrentaron a los partidarios del rey Carlos I con los comuneros, batallas en las que un personaje muy importante en el pueblo de Las Navas del Marqués tuvo una relevante implicación. Se trata de D. Pedro Dávila y Zúñiga, Quinto Señor de Villafranca y Tercer Conde del Risco que, por la ayuda prestada en estos enfrentamientos, es nombrado por Carlos I como Primer Marqués de Las Navas.
Este es el origen de la denominación de este pueblo abulense y de uno de sus principales atractivos turísticos, el Castillo Palacio Magalia, mandado construir por Pedro Dávila y su esposa tras la adquisición de su título de marqués.
Situado en la provincia de Ávila, el pueblo de Las Navas, de alrededor de 5000 habitantes está presidido en su parte más alta -a unos 1300 metros de altitud- por este su imponente Castillo Palacio. Sí, habéis leído bien, no se trata de un castillo ni de un palacio, sino de ambas cosas, pues su construcción a base de elementos fortificadores como sus torreones y muros defensivos y sus estancias interiores de aspecto refinado y repletas de arte renacentista le confieren ambas denominaciones.
Pero, ¿de dónde procede el nombre de Castillo Palacio Magalia?
He aquí una de las partes más interesantes de la historia de este castillo. Y es que, según cuenta la leyenda, Pedro Dávila y su esposa, María Enríquez de Córdoba, tuvieron varios hijos, entre ellos una a la que llamaron Magalia. Cuando la pequeña alcanzó la edad adulta, se enamoró de un joven poco común, y es que se trataba ni más ni menos que de un centauro, ese ser mitológico mitad hombre, mitad caballo.
Sabiendo que sus padres no aprobarían su relación, ambos se veían a escondidas en los pasadizos del palacio, pero pronto serían descubiertos por el padre de la joven, que les prohibió volver a verse con carácter inmediato. Sin embargo, el amor de Magalia por el centauro era mayor que el temor a las represalias de su padre, por lo que ambos decidieron fugarse.
Al descubrirlo, Pedro Dávila quedó devastado y comenzó a vagar cada noche por el castillo gritando la frase, ¿dónde estás, Magalia? Tal fue su obsesión, que incluso mandó tallar esa frase en latín (Magalia quondam) en una piedra situada en una de las paredes del castillo. Sin duda, una historia muy curiosa.
A día de hoy es posible realizar una visita guiada a este Castillo Palacio cada fin de semana por un precio de 2 euros para los mayores de 14 años y 1,5€ entre los 6 y 14 años (es gratuita para los empadronados y menores de 6 años. Durante esta visita es posible conocer de primera mano la historia y curiosidades de esta construcción, declarada como Monumento Histórico Artístico.
Entre sus elementos más característicos se encuentran unas de las únicas bóvedas planas del mundo -reproducida posteriormente por el arquitecto Juan de Herrera en el madrileño Monasterio de San Lorenzo de El Escorial-, una construcción completamente innovadora en esa época, formada por una serie de círculos concéntricos de piedra soportados por una redonda piedra central.
El Castillo Palacio cuenta, además, con una espléndida biblioteca con elementos tan característicos como una pintura en la que, si nos fijamos bien, el zapato de uno de sus protagonistas está pintado de tal manera que, al ir de un lado al otro, cambia su orientación. Así mismo, dispone de un bonito atrio central y una espléndida sala de música en la que podemos encontrarnos con un antiguo proyector de cine y un imponente piano que, cada verano, es tocado por artistas internacionales de renombre en el Festival Internacional de Música de Las Navas del Marqués.
Y por si fuera poco, remata la visita con otras dos joyas, demás de todos los detalles que pueden verse colocados a lo largo del monumento: la espléndida capilla circular situada en el interior del castillo y el Convento de Santo Domingo y San Pablo, a unos metros del palacio, lugar en el que fueron enterrados Pedro Dávila y su esposa María de Córdoba bajo una espléndida lápida hoy situada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Tras estas visitas, es recomendable realizar una pequeña ruta hasta el risco de Santa Ana, un lugar desde el que se pueden disfrutar de unas espectaculares vistas del pueblo y todo su entorno.