Arequipa es una ciudad cercana a varios volcanes activos -el Misti es el más famoso- conocida como Ciudad Blanca no solo por el color de sus edificios más emblemáticos, sino por su historia. Y es que durante la época de las conquistas era de las pocas ciudades en las que prácticamente no había indígenas, sino población blanca europea.
En Arequipa es muy interesante visitar la bonita plaza de armas con su gran catedral, así como el Museo Santuarios Andinos, que alberga la momia en perfecto estado de conservación de la niña Juanita (la foto de la galería es de archivo de Internet dado que, para mantener su estado de conservación, no se permitían fotografías), una niña sacrificada en un ritual cuyo cuerpo se encontró en las laderas de uno de los volcanes cercanos a la ciudad. También es curioso el mercado de San Pedro, en el que puedes comer rico y barato, y algo que nos llamó mucho la atención y que venden por la calle: el queso helado, que está muy rico.
Después de comer en un restaurante típico peruano -conocidos como picanterías- en el que probamos uno de los platos típicos, el cuy (una cobaya), dedicamos la tarde a visitar el monasterio de Santa Catalina, con un interior sorprendente repleto de calles, algunas con nombres españoles como Córdoba y decorada al estilo andaluz, y el mirador de Yanahuara, desde donde se puede contemplar una bonita vista de los volcanes.
En general Arequipa es una ciudad bonita, aunque no muy pensada para el viandante, pues el tráfico es constante y ruidoso, y en algunas calles las aceras algo estrechas, pero merece la pena hacerle una visita por su historia y su ubicación entre volcanes.
