Desde Paracas nos desplazamos hasta Ica, un lugar en el que contratamos un city tour que nos llevó por varios lugares de la ciudad, entre ellos la curiosa palmera de 7 cabezas (llamada así porque tiene 7 largos troncos), un parque en el que varias mujeres y niñas nos contaron la leyenda de las brujas de Cachiche y unas bodegas en las que pudimos ver el proceso de elaboración del Pisco -una especie de aguardiente de uvas- que incluía la cata de varios tipos de esta bebida.
A continuación visitamos la laguna de Huacachina, que es literalmente un oasis en medio del desierto repleto de palmeras, bastante bonito, y desde allí subimos a unos buggies que nos llevaron por las dunas, una actividad muy entretenida en la que hay que agarrarse bien porque el vehículo da bastantes saltos, pero que realmente merece la pena. También nos dejaron tirarnos tres veces tumbados sobre una tabla de snowboard desde lo alto de las dunas, algo realmente divertido.
Al terminar, una de las organizadoras de la excursión nos llevó de vuelta a Ica, desde donde nos consiguió un coche colectivo en dirección Nazca. Tras alrededor de dos horas de viaje llegamos a Nazca con la intención de viajar durante toda la noche hasta la ciudad de Arequipa. No visitamos esta ciudad ni hicimos la actividad de las líneas de Nazca porque me habían comentado que el vuelo mareaba un poco.