Puno es una ciudad situada en la orilla del lago Titicaca. Se trata de una ciudad bastante grande y situada a bastante altura (no te extrañes si te encuentras algo mareado), en la que hay una sorprendente cantidad de restaurantes italianos y hamburgueserías con las que puedes darte un respiro de la comida peruana.
Desde Puno hicimos dos excursiones. La primera de ellas fue a las islas flotantes de Uros, un lugar bastante turístico pero muy curioso y bonito. Se trata de un conjunto de islas construidas con el totoro, una especie de junco, en las que podrás conocer como viven sus habitantes, visitar sus casas y disfrutar de un paseo en sus barcas típicas. Se trata de una actividad bastante pensada para el turista, algo que se nota, pero hay que pensar que esa gente vive exclusivamente de ello.
La siguiente de las excursiones fue a la isla de Amantaní, en la que nos quedamos a dormir con una familia de allí. Con ellos comimos y cenamos alimentos cultivados por ellos, y además nos llevaron a una fiesta en la que nos vistieron con los trajes típicos.
Amantaní merece mucho la pena para vivir una experiencia diferente: el atardecer desde su punto más alto es impresionante, y qué decir de cuando cae la noche, pues al estar a tanta altitud podrás disfrutar de uno de los cielos estrellados más espectaculares que puedas imaginarte.
Al día siguiente desde Amantaní cogimos un barco a la isla de Taquile, que al igual que Amantaní nos gustó bastante por sus paisajes. Había una ruta interesante repleta de arcos de piedra en los que se podían hacer unas fotos bastante bonitas, así como una bonita plaza central.
Tras terminar la visita volvimos a Puno y visitamos la plaza de armas y el embarcadero de la ciudad, pues no hay mucho más que ver dado que no es demasiado atractiva a ojos del viajero.
